ABC Cultural. Miguel García-Posada. 2002

"La agonía de un perdedor"

Juan Iturralde, seudónimo de José María Pérez Prat (1917-1999) es el autor de la gran novela sobre la guerra civil Días de llamas, cuya última edición (Debate 2000) parece haberle conferido definitivamente el rango excepcional que le corresponde en la vasta literatura sobre la cuestión.Y decimos parece porque la novela lleva 20 años publicándose (1979,1987, 2000) mientras los canonistas se resisten velis nolis a otorgarle tal lugar. Una reciente y abundosa enciclopedia de la novela española, que censa y describe cientos de títulos, algunos mediocres, pasa por encima de Días de llamas. Una también reciente Breve historia de nuestra literatura, breve pero con cerca de ochocientas páginas en formato de bolsillo, omite también toda referencia a Pérez prat.

No ser un escritor profesional -en el peor sentido del término- posee sus inconvenientes, y Pérez Prat, abogado del Estado, autor oculto bajo seudónimo, los ha pagado hasta el exceso. Esta novela que ahora reedita Viamonte, El viaje a Atenas, se publicó por vez primera en 1975 con el sello de Barral Editores, y venía precedida de una enigmática nota editorial, que invocaba el seudónimo y hacía al autor nacido "en una ciudad del reino de León", esto es, Salamanca. Emerge, pues, del olvido como obra prácticamente desconocida, que obtuvo en su primera salida el ninguneo de rigor.

Y, sin embargo, y sin alcanzar la grandeza de Días de llamas, dista de ser un texto desdeñable. Las circunstancias históricas determinaron, con todo, un vicio de origen, que conviene explicar. El viaje a Atenas es la historia de los últimos días de un viejo resistente griego a las sucesivas dictaduras de su país. No era éste el primitivo plan de Iturralde, que pensó primero en ambientar su novela en España, de modo que el viaje a Atenas lo fuera en realidad a Barcelona y la resistencia lo fuese al régimen franquista. Pero la censura era obstáculo infranqueable y el autor decidió entonces cambiar los ecscenarios y el protagonista de su relato.

En contrapartida se documentó abundantemente para su novela, aunque no viajó nunca a Atenas. Pero hay, con todo, algo de forzado en esta crónica de un resistente griego contada por un español. ¿Lo detectaríamos si no contáramos con el dato facilitado por el propio autor? Creemos que sí. Es un problema de forma interna, de visión íntima, por más que Juan Iturralde salve el expediente con loable profesionalidad y se muestre razonablemente verosímil, aunque sólo razonablemente. De hecho, es sintomático que la novela vaya creciendo en intensidad conforme avanza y el narrador profundiza en el personaje, que responde, por lo demás, a una tipología europea: la del militante comunista, antifascista e internacionalista, que no abdica de ninguno de sus ideales mientras que el mundo en torno cambia aceleradamente y los vuelve a aquellos inservibles.

El viaje a Atenas es la historia de los días finales de Ioannis Vithynos, que vuelve a su país, en la década de los setenta, para cumplir una misión contra la dictadura de los coroneles. A través de su peripecia, y rememorada por el personaje, es toda la historia contemporánea de Grecia, desde la ocupación nazi, la que desfila por estas páginas. No lo hace unívocamente. La rememoración se produce mediante la sistemática conjugación de los planos de la realidad y el sueño, de la realidad y el delirio, que encuentran cauce adecuado en el agonizante que es el protagonista.

Un sistema habilísimo de trasvases, que se intensificarían en Días de llamas, constituye el procedimiento utilizado pata alcanzar tal clima confuso y mixto de realidades y pesadillas. La enfermedad funciona también como metáfora de la inexorable decadencia del protagonista. Todo el relato es la fábula de la caída de ese cuerpo en el dolor. Caída desamparada y al aire libre, pues aunque lo cuiden a veces manos amigas y lo cubran firmes techos, la intemperie. la precariedad, el desarraigo son un signo definidor de la agonía de ese cuerpo, de ese personaje, y del clima del relato. No hay inflexión alguna en el derrumbamiento del protagonista; la novela crece como un tunel cerrado.La imposible salida, el final, es la oscuridad. El resistente nada tiene que hacer y la resistencia misma se halla condenada al fracaso. Una historia demasiado familiar. Una patética historia que habría ganado sin duda de haberse tejido con los hilos españoles que estaban en el origen de su urdimbre primera.

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