Entresijos de una novela


Por Juan Iturralde (publicado en el diario El Sol el 29 de noviembre de 1991).

La GUERRA CIVIL (y la revolución coetánea) de 1936-1939 ha dado origen a una cantidad punto menos que inconmensurable de narraciones debido a la trascendencia que tuvo. Yo también me sentí obligado a escribir mi versión, empujado no sólo por su importancia intrínseca sino también porque noté que, a mi juicio, la mayoría de las novelas publicadas tenían ciertos resabios de parcialidad y una extensión innecesaria para transmitir al lector lo que fueron aquellos terribles acontecimientos.

El segundo de los, a mi juicio, defectos apuntados, me indujo a acumular acontecimientos, entremezclándolos, con objeto de conseguir un ritmo trepidante que se acercara a la realidad de entonces, ya que durante los seis primeros meses de la guerra -y la revolución- los episodios significativos se sucedieron con una velocidad de vértigo. Con independencia de lo anterior, quise plantear el problema moral de la contienda, sin incrustar en la novela un ensayo soporífero sino procurando que tal problema se dedujera de los hechos y las opiniones de sus protagonistas pero sin olvidar que con las mejores intenciones se pueden escribir las peores novelas.

Además, en mi opinión, todos los escritores tenemos que cumplir una obligación con la sociedad en que vivimos y debemos asumirla con sinceridad y con el valor que cada uno haya recibido de Dios, es decir, que no admito el principio del arte por el arte, máxime cuando quienes se ajustan a él están fallando al dar una suerte de apoyo tácito a las injusticias de la tal sociedad. Georg Lukacs, el filosofo húngaro retratado como el jesuita Nafta por Thomas Mann, en "La montaña mágica",dijo, en uno de sus ensayos sobre literatura, que Balzac, un burgués desde la coronilla a la punta de sus zapatos, al describir por lo extenso la vida de la burguesía francesa, con sus rapiñas, sus trapacerías, sus avaricias y sus afanes de ascender por encima de todo, había contribuido de una manera excepcional a despertar la conciencia dormida de los franceses abriéndola al conocimiento de todos aquellos, que tan sólo pueden ser corregidos cuando son conocidos a fondo, de la misma manera que un diagnóstico acertado es condición indispensable para un acertado pronóstico. El que escribe estas líneas -atado de pies y manos por su limitación- no tiene en modo alguno la intención, más o menos clandestina, de equipararse a Balzac ni la de que su novela "Días de llamas" haya tenido alguna influencia, por microscópica que haya sido, pero coincide con el gran francés en que pertenece a la burguesía y en que ha descrito a rojos y blancos con todos los defectos de unos y otros. Otra cosa es que haya conseguido la imparcialidad y cumplido con la obligación asumida para con la sociedad en la que le ha tocado vivir.

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